martes, 27 de mayo de 2014

LAS NIEVES DEL KILIMANJARO

Tras varias semanas de estar agazapada tras la mata, observando a distancia los movimientos y reacciones de mi escrito anterior, resurjo de mis cenizas con una crítica cinemátográfica. 

Pagué la multa, sin mayor pena ni gloria, recibí elogios y críticas y, una vez pasada la tormeta, vuelvo al ruedo para compartir con vosotros lo que he visto en la pantalla, recientemente.

He aquí, una recomendación sobre un clásico cinematográfico con ecos africanos: Las nieves del Kilimanjaro. 




—Harry, ¿has ido de cacería ultimamente?

—No. ¿Por qué lo preguntas?

—Lástima, el hombre no debe perder la habilidad de cazar...

—He visto las siete maravillas del mundo, o tal vez hay más de siete..., no son nada asombroso...

—Entonces no has visto nada.

—He destruído mi talento por no utilizarlo, traicionándome a mí mismo y a las cosas en que creía...


—...Acércate, quiero darte algo, es un acertijo, no lo leas hasta que yo haya muerto; yo desconozco la solución pero si logras encontrarla te salvará.

Kilimanjaro es un monte cubierto de nieve, tiene 6010 metros de altura, se considera como la montaña más alta de África, cerca de la parte oeste se ve el esqueleto reseco y congelado de un leopardo.
Nadie ha podido explicar qué es lo que buscaba un leopardo en esas alturas.


El protagonista de esta película (un atractivo Gregory Peck) se debate entre la vida y la muerte a los pies del Kilimanjaro, mientras observa cómo los buitres se posan en las ramas del árbol vecino, esperando que llegue su momento final.

Su pierna se va gangrenando, al tiempo que él rememora su pasado amoroso entre efluvios de whisky y perfume femenino, intentando descifrar el enigma que le legó su tío como herencia.

La película muestra la diatriba polémica entre llevar una vida convencional o estar en continuo cambio, y nos relata las inquietudes personales de un escritor ávido de conocimiento y experiencias que se da cuenta tardíamente que sólo una mujer logró satisfacerle y, sin embargo, ella (Ava Gardner) vivió frustrada a su lado, al pensar que nunca podría llenarle del todo.


¿Se consigue resolver el enigma del leopardo?


La solución queda en el aire, pero el protagonista obtiene muchas respuestas en sus reflexiones mientras  contempla la montaña africana a lo lejos, así que, en cierto modo, puede decirse que .



Henry King, Las nieves del Kilimanjaro, EEUU, 1952.